
El caso del Banco Popular nos recuerda que los Gobiernos y los organismos de regulación como la CNMV deben doblegarse ante los grandes movimientos empresariales saltándose los principios por los que están que, en teoría, se concretan en proteger al accionista.
La gran enseñanza del Banco Popular es que hay que contar con esa realidad y aprender a jugar con las reglas que no están escritas. Si el escenario inversor fuera un ajedrez, habrá que tener en cuenta que no necesariamente van de casilla en casilla todos los peones sino que depende de la casuística y el poder de influencia del peón lo que hace que algunos pones puedan saltarse cinco casillas de golpe como tampoco necesariamente van en L los caballos y que dependerán también de la cantidad de miles de millones en juego.
Por tanto ¿qué debería hacer un inversor pequeño ante este tipo de reglas verticales en un escenario del que sólo tenemos información horizontal? Pues hacer lo mismo que hacen los grandes: diversificar carteras, ni más ni menos, el viejo consejo que han dado siempre los empleados de bancos. Pero eso sí, en el arte de la diversificación está el quid de la cuestión. No se trata de comprar activos a lo loco sino de reflexionar sobre cada uno de los activos que adquirimos, de intentar proyectarse en el futuro dado el presente del activo y en elegir el porcentaje de inversión en base a sus posibles riesgos.
Y es que los pequeños inversores no tenemos defensa frente a los grandes movimientos que se hacen al margen de la normativa... pero aún así debemos ser conscientes de dónde ponemos nuestro dinero y eso se hace aprendiendo y estudiando el mercado. Sin conocimientos, invertir es una irresponsabilidad.